Nicoletta Gatti

La exposición en la que presentamos a Nicoletta Gatti (Tortona,Italia,1959) es continuación de la antológica que tuvo lugar el pasado mes de abril en la Accademia delle Arti del Disegno de Florencia. Las 19 obras que hemos seleccionado para exhibir en Madrid formaron parte de la misma.

La serie “Tracciati” es la primera importante y más consolidada de la artista.

Mediante una conjunción de signos, grafías y filamentos dispuestos sobre una superficie monocromática, un brillo encaminado al infinito, la artista quiere representar la línea de la vida. 

Los "tracciati" son flujos, visos de apariencia lineal, trazados complejos y variables, filamentos neuronales que discurren sobre una materia vibrante formando una trama de pensamientos.

El tejido de signos establecido por Nicoletta Gatti es una secuencia de estados de ánimo. No es preciso explicar los vínculos ocultos en los movimientos libres del trazo, hay que dejarse llevar por ellos, entregarse a las emociones que suscitan.

Su mano tiene la sabiduría del hacer instintivo, con mínimos automatismos altera la integridad cromática a base de toques, arañazos, bocanadas de luz. Un proceso que requiere oficio y largas jornadas de trabajo, que exige a la artista conjuntar el color y el signo con su dinámica recíproca.

Gatti pinta sobre lienzos ásperos de yute o lino crudo, aprecia la consistencia física de los materiales, siente de cerca cada una de sus cualidades táctiles, acepta cada anomalía incluso si encuentra irregularidades en la urdimbre, de hecho las integra sin forzarlas en el experimento pictórico.

La definición de la disposición estructural está en consonancia con la necesidad de separar la línea de la textura subyacente, de hacer que la geometría encauzada de las rayas sea casi ajena a la vibración de las raspaduras que convierten a la superficie monocroma en viva y palpitante.

Las líneas que rompen la uniformidad de los cuadros discurren en distintas direcciones, descomponen las vistas y segmentan el espacio, crean canales de entrada y salida donde discurre un flujo continuo y vital en su audaz complejidad. 

Los cuadros, aunque creados por la misma mano, parecen tener personalidades diferentes. Algunas pinturas son más ricas en contenido, otras más exuberantes en su presentación, otras simplemente más tranquilas; de hecho, en el diálogo con las obras de Gatti queda clara la individualidad diferencial de cada pieza.

Varias obras colocadas en un orden atemporal, ya sean planas o aéreas, con los innumerables elementos llamados a dar voz a esta discusión, imponen el distanciamiento al espectador para una apreciación renovada del conjunto. 

En este punto, el fondo del lienzo recupera su uniformidad, pero ahora el ojo es consciente, al igual que la mente, y la superficie ya no parece lisa. El lienzo rebosa de detalles ocultos en el color, los signos se dispersan en la inmensidad del mundo que habitan, el cuadro ha penetrado en nuestra mente.