El vacío no es un espacio carente de significado. En él las formas, las tensiones y las proporciones adquieren una nueva dimensión. La geometría, al aproximarse al vacío, no sólo mide y organiza lo tangible, sino que también desvela la estructura de lo intangible.
En esta exposición el vacío no se entiende como nada, sino como posibilidad. Es el intervalo que separa, y a la vez conecta, el margen que da sentido a la forma. Al recorrer las piezas, el espectador se enfrenta a un juego de presencias y ausencias, de límites y aperturas, donde la línea y el espacio se entrelazan para trazar una geometría invisible pero obvia, emotiva y sustantiva.
La exposición, que se desarrolla simultáneamente en el Centro Cultural Sanchinarro-Hispanidad de Madrid, y en nuestra sala junto al Museo del Prado, invita a repensar el significado del espacio en nuestras percepciones.
¿Qué emociona más: la materia o la ausencia que la rodea? ¿El trazo o el silencio que lo enmarca? La respuesta está en “Geometría del vacío”.
Federico Echevarría, arquitecto, escultor y pintor, nacido en Bilbao en 1944, es el último representante de una creativa saga familiar que tuvo en su tío abuelo Juan Echevarría, y en su padre, Federico, los máximos exponentes en el ámbito de la pintura. Tres generaciones en las que se explica y referencia el arte español del último siglo.
A sus 81 años Federico es un artista joven en su intensidad y su propuesta. Su arte se aparta de los esquemas clásicos para adentrarse en la actual cultura del color y del volumen, huyendo de la planitud para ensalzar la expresividad y la fuerza expansiva de lo tridimensional, con guiños al pop en el uso del cromatismo, al arte póvera en el recurso a lo material, y a las corrientes geométricas en el plano puramente conceptual.
“Geometría del vacío” no es sólo una muestra de sus obras, sino una experiencia en la que el arte y la arquitectura dialogan fluIda y abiertamente.
Piezas cuyo argumento esencial es la expresividad y el volumen, la alegría y la tonalidad, las armonías plásticas y espaciales caracterizadas por la frescura y la libertad creativa, por el ritmo en la composición.
Con mi propuesta busco fusionar la arquitectura, pintura y escultura a través de la geometría, el dinamismo y el movimiento. Desde mis primeras creaciones he desarrollado un lenguaje propio en el que la experimentación con materiales y técnicas ocupa un papel central.
Los juegos de luces y sombras, la yuxtaposición de materiales y la construcción de volúmenes generan un diálogo con el espacio expositivo, desafiando nuestra relación con el entorno y la manera en que lo habitamos.
La madera, con su afectiva rotundidad, el metal con su poderosa contundencia y el metacrilato, cuyas transparencias exploran la superposición de capas y la relación entre lo visible y lo oculto, así como el plástico y el cartón, ponen en tensión lo orgánico y lo artificial, lo estático y lo mutable, invitando al espectador a una experiencia estética que va más allá de la contemplación.